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Papa Francisco deploró «todo lo que tiene que ser expuesto, exhibido al parloteo del momento»

«La vida no es una obra de teatro», dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero de 2024. En la basílica de Santa Sabina, en la colina del Aventino de Roma, nos instó a cultivar un «lugar secreto» durante este tiempo de Cuaresma, donde podamos cuidar nuestra vida interior y resistir a la superficialidad del mundo.

El tiempo de Cuaresma, que comienza el Miércoles de Ceniza y termina con la celebración de la Pascua -este año el 31 de marzo-, es una invitación a «caminar de fuera hacia dentro», dijo el Papa en su larga homilía. Actuando como un «baño de purificación y despojamiento», este periodo, insistió, debe animar a los cristianos a vivir su relación con Dios no superficialmente como «un marco sin imagen», sino yendo «al núcleo originario» de su corazón y de su persona.

Para ello, el Pontífice instó a deshacerse de las «máscaras» que a menudo usamos para presentarnos como «mejores de lo que somos». El tiempo de Cuaresma, dijo, debe ayudarnos a bajar del «escenario ficticio» en el que solemos jugar, porque «la vida no es una obra de teatro».

La apertura de este tiempo de humildad, recordó el Papa Francisco, está simbolizada por la ceniza que se coloca sobre la cabeza de cada católico el Miércoles de Ceniza, un gesto que nos devuelve «al polvo que somos, para que no sea dispersado por los vientos impetuosos de la vida y no se disuelva en el abismo de la muerte». La humildad nos enseña que la vanidad de las apariencias nos hace «vacíos y secos», mientras que la humildad nos hace conscientes del «amor eterno» de Dios.

El Papa insistió en que la limosna, la oración y el ayuno -los tres esfuerzos que se exigen a los cristianos durante la Cuaresma- «no pueden reducirse a prácticas externas, sino que son caminos que nos devuelven al corazón, a lo esencial de la vida cristiana».

Por ello, el Pontífice insiste en la importancia de vivir este periodo «en secreto». Explica: «Sin darnos cuenta, nos encontramos ya sin un lugar secreto en el que detenernos y protegernos, inmersos en un mundo en el que todo, incluso nuestras emociones y sentimientos más íntimos, debe hacerse ‘social’».

Deplorando un mundo en el que «todo tiene que ser expuesto, exhibido, entregado al parloteo del momento», el Papa animó al esfuerzo de interioridad que propone la Cuaresma. Animó a practicar la adoración silenciosa, lamentando que los cristianos hayan perdido un poco la costumbre de este tiempo espiritual.

«No tengamos miedo de despojarnos de las galas mundanas y volver al corazón, a lo esencial», insistió el Papa Francisco, poniendo como ejemplo a san Francisco, que se desnudó públicamente en Asís antes de abrazar «con todo su ser al Padre del Cielo».