Armando Ruiz
Debbie Stevens, profundamente conmovida durante una entrevista en el 2012 a un medio de EE.UU.
La jefa de Debbie Stevens padecía de una grave enfermedad y necesitaba un transplante urgente de riñón. Sino lo recibía ese órgano en un corto plazo, la empleadora de la mujer, Jackie Brucia de 61 años, perdería la vida.
Stevens no dudó un solo segundo en arriesgar su vida y entregarle el riñón a su jefa, pues la admiraba y quería que ella viviera. Sin embargo, luego de haber sometida a una cirugía, tuvo que estar varios días en recuperación. Fue en ese momento cuando comenzó a recibir llamadas por parte de su superiora donde le pedía explicaciones por sus ausencias en la empresa.
Aunque la historia ocurrió en el 2011 en Nueva York, Estados Unidos, se ha hecho pública en las distintas plataformas virtuales y se ha replicado miles de veces y ha despertado la indignación de los internautas.
Con el paso de las semanas, Stevens fue derivada a otra sede, a 50 kilómetros de su casa, en un barrio que –según dijo- es considerado como un castigo para los empleados de la compañía. Ante tales presiones, la empleada acudió a un psicólogo, que remitió una carta a la empresa. Como respuesta, la mujer fue despedida.